La microempresa familiar es una alternativa pensada para quienes buscan emprender con pocos recursos.
Está regulada en Chile por la Ley N° 19.749 y se caracteriza por permitir que la actividad económica se realice en la misma casa habitación del emprendedor. Esto significa que no es necesario arrendar un local comercial, lo que reduce costos y facilita el inicio de actividades.
Según el Servicio de Impuestos Internos, este tipo de empresa puede inscribirse en el sistema del Registro de Empresas y Sociedades, al igual que cualquier otro emprendimiento.
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Lo óptimo de la microempresa
Una de sus principales ventajas es que puede funcionar sin cambiar el destino habitacional de la vivienda. La ley establece que se pueden realizar actividades productivas, comerciales o de servicios siempre que no pongan en riesgo la seguridad ni afecten el entorno.
Además, se limita el número de trabajadores externos: solo se pueden contratar hasta cinco personas que no sean parte del grupo familiar. Esto protege la esencia de este tipo de negocio, que busca mantener un carácter doméstico y cercano.
¿Y en materia tributaria?
La microempresa familiar está sujeta a las mismas obligaciones que cualquier otro contribuyente.
Debe iniciar actividades ante el SII, emitir boletas o facturas según corresponda, y cumplir con la patente municipal. La municipalidad respectiva entrega esta patente, tras acreditar que la vivienda cumple con las condiciones exigidas. En este punto, la normativa municipal y el respaldo de la Ley General de Urbanismo y Construcciones juegan un papel clave.
Este modelo de negocio ha sido relevante para miles de chilenos que buscan compatibilizar trabajo y vida familiar. Permite formalizar pequeños emprendimientos como talleres de costura, panaderías caseras, servicios de reparación o asesorías profesionales. Su flexibilidad lo convierte en una puerta de entrada al mundo empresarial, sin la carga económica de una oficina o local arrendado.
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